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Moisés contestó:

—Muy bien, Su Majestad. Ahora dígame cuándo quiere que le pida a Dios por usted, por sus servidores y por su pueblo. Así las ranas se irán de su palacio y se quedarán sólo en el río.

10-11 —¡Que se vayan mañana mismo! —contestó el rey.

—Pues así se hará —dijo Moisés—. Mañana mismo se irán y se quedarán sólo en el río. Ya no molestarán más a los egipcios. Así sabrá Su Majestad que no hay otro Dios como el Dios de Israel.

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